La obra narra el proceso de maduración de Ernesto, un niño de 13 años quien debe enfrentar las injusticias del mundo adulto del que empieza a formar parte y en el que debe elegir un camino. El relato empieza en la ciudad del Cuzco, a la que arriban Ernesto y su padre, Gabriel, un abogado itinerante, en busca de un pariente suyo muy rico denominado El Viejo, con el propósito de pedirle trabajo y ayuda. Pero fracasan. Entonces retoman sus andanzas a lo largo de muchas ciudades y pueblos del sur peruano. En Abancay, Ernesto es matriculado como interno en un colegio religioso mientras su padre continúa sus viajes en busca de trabajo. Ernesto tendrá entonces que convivir con los alumnos del internado de la sociedad peruana y donde priman normas crueles y violentas. Más adelante, ya fuera de los límites del colegio, el tumulto de un grupo de chicheras exigiendo el reparto de la sal, y la entrada en masa de los colonos o campesinos indios a la ciudad que venían a pedir una misa para las víctimas de la epidemia del tifo, originará en Ernesto una profunda toma de conciencia, asi elegirá los valores de la liberación en vez de la seguridad económica. Con ello culmina una fase de su proceso de aprendizaje.
La obra finaliza cuando Ernesto abandona Abancay y se dirige a una hacienda de propiedad de «El Viejo», situada en el valle del Apurímac, a la espera del retorno de su padre.
En esta obra se distinguen dos narradores. El primero es el narrador principal, un hombre adulto que evoca su niñez, es decir, una versión adulta de Ernesto. El segundo es una especie de narrador cognoscitivo cuya intervención es esporádica. Se encarga de completar y mejorar la comprensión del lector respecto a los sucesos de la novela, aportando datos no conocidos por los lectores.
Opinión personal: Una novela que vale la pena abordarla, tanto por sus diálogos que son muy ricos en expresiones en quechua, como también por el testimonio social que nos aporta.
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